Last updated: March 20, 2021
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Recorrido autoguiado - Cementerio
Los O’odham y sus vecinos practicaban tradiciones complejas para los entierros. Los difuntos estaban bien vestidos al ser enterrados. Frecuentemente se incluían algunos artículos personales en la tumba, la cual se cubría con rocas. Los O’odham a veces quemaban artículos que habían pertenecido a la persona que falleció y le pedían al difunto que estuviera en paz y no volviera a molestar a los vivos. Hoy en día, continúa una mezcla de creencias y ceremonias tradicionales y católicas entre los O’odham.
Los catorce nichos en las paredes que rodean el cementerio hubieran ocupado pinturas o esculturas católicas de las “Estaciones de la Cruz”. En el centro se encuentra la capilla mortuoria. El plan quizá era de cubrir el edificio circular con una cúpula. Una familia podía pasar tiempo con el ser querido que falleció en este cuarto antes del entierro.
Aunque existen registros de los entierros de Tumacácori de 1755 hasta 1825, el primer entierro en este cementerio ocurrió en 1822. El primer cementerio estaba junto a la iglesia de la época de los jesuitas. Muchos de los que fallecieron fueron víctimas de las terribles epidemias de viruela, sarampión y tifus que arrasaron por las misiones. Algunos murieron durante los ataques de los Apaches. La mayoría de los entierros de Tumacácori fueron niños menores de cinco años.
Aunque los registros describen casi 600 entierros en Tumacácori, cualquier evidencia de tumbas de la era de la misión fueron destruidas por el clima, ganado y vándalos. Familias que se mudaron a esta área después de que los residentes O’odham se fueron continuaron usando este cementerio para enterrar a sus difuntos. La pequeña Juanita Alegría, quien murió de influenza a los nueve meses en 1916, fue la última persona enterrada en Tumacácori.